3 jun 2012

LA BATALLA POR LA MEMORIA.

Por H.I.J.O.S. Guatemala

La historia de Guatemala se nos presenta como una suma de acontecimientos rígidos, donde el protagonista y vencedor de tristes batallas es un hombre blanco, de buena familia y costumbres, que dice hacer patria y desarrollo sobre la espalda de la gran mayoría de la población. Desde esa historia a fuego y sangre, los usurpadores de la vida sembraron símbolos que intentaron germinar en la construcción de una “guatemalidad” disfrazada de civilización, pero no es más que la latente dinámica de despojo y sometimiento, que se traduce en la explotación del pueblo y el territorio para la acumulación de unos pocos y la miseria de los muchos.

Primero fue la cruz y la espada, con la encomienda y Pueblos de Indios. Con la Reforma Liberal el café alimentó al creciente capital, con un modelo agroexportador sustentado en mozos y esclavos. Así surge el ejército de Guatemala, para la gloria y consolidación del poder oligárquico, convirtiendo en una gran plantación, lo que decían era su nación. No surge para la defensa de la soberanía, surge para asegurar que el pueblo produzca, sin revelarse, la riqueza de los criollos del país y alimentar los capitales transnacionales.

El militarismo fue desde siempre el instrumento. El control y el terror la herramienta clave para desarticular los movimientos e instalar el miedo y el silencio como ideología entre los pueblos sometidos.

Naturalmente los pueblos de Guatemala no han permanecido impávidos ante el despojo, la dominación y el silencio. Con una forma de vida ancestral opuesta al dominante, resistimos a cada agresión, es entonces cuando el poder económico y militar busca su consolidación mermando las resistencias que atenten contra su proyecto, utilizando los mecanismos de aniquilación más atroces como el genocidio, la desaparición forzada, la usurpación de territorios y el desplazamiento forzoso de sus comunidades.

Con la negociación de los acuerdos de paz, se quiso imponer un discurso en el que la democracia y la justicia pondrían énfasis en erradicar la impunidad estructural. Sin embargo, poco a poco se evidencia que el sistema judicial es utilizado como uno más de los mecanismos de justificación ideológica para la persecución, criminalización y sometimiento de la población a los dictámenes del poder hegemónico.

Ejemplos concretos de esta realidad son las condenas a líderes campesinos como Ramiro Choc y los compañeros de San Juan Sacatepequez; los desalojos violentos ocurridos en el área del Polochic, más recientemente el estado de sitio impuesto a Santa Cruz Barillas, el injusto encarcelamiento de sus líderes comunitarios; y la impunidad en la que se mantienen los responsables, como los terratenientes del ingenio Chabil Utz'aj, la empresa Cementos Progreso, así como las transnacionales Goldcorp, Unión Fenosa y la Hidro Santa Cruz por mencionar algunos.

Por otro lado, las conquistas dentro del sistema judicial, como la apertura y sentencia de casos sobre desaparición forzada y el inicio del proceso de genocidio, nos demuestran que es posible el juicio y castigo a los responsables, gracias a la valentía y trabajo sostenido por más de dos décadas de los sobrevivientes. Del mismo modo vemos como los pueblos siguen manteniendo su capacidad de autonomía, autogobierno y su impresionante capacidad de articulación y rearticulación en sus procesos organizativos, un ejemplo son las consultas comunitarias, que han trascendido del hecho formal de consulta, hacia un ejercicio de poder desde los de abajo, que en gran medida han puesto a temblar en su gran marcha, a los de arriba.

Sin embargo, el que los militares retornen al poder no solo ha significado la búsqueda de la consolidación del proyecto económico neoliberal a través de la fuerza, con la idealización del progreso, a partir de la sobre explotación de nuestros bienes naturales, si no también busca revertir los procesos y conquistas de memoria, verdad y justicia, por medio de discursos que niegan las causas históricas del conflicto político, social y económico que incluso en algún momento llegó al alzamiento armado y que se sostienen hasta el día de hoy.
El proyecto de dominación se intenta legitimar en una nueva ofensiva ideológica, sustentada en la construcción de una historia oficial que niega la memoria de resistencia y militancia revolucionaria de los pueblos, colocándolos en una posición pasiva durante la guerra, cuando en realidad estos han sido los invisibilizados protagonistas históricos que han luchado por la emancipación política y económica.

Esta nueva ofensiva ideológica del poder hegemónico, parte del análisis simplificado de la realidad que promueve la neutralidad, el racismo, el militarismo y la idea de la historia lineal que valida e institucionaliza la indiferencia que se manifiesta a través de las acciones y actitudes de los que se creen ajenos a la necesidad de transformar la realidad, hacia la postura del poder opresor.

Así vemos como desde lo político, lo económico y lo social el poder intenta prolongar e instaurar una historia oficial que legitima el poder hegemónico, justifica el despojo, el control social, la impunidad, fragmenta la sociedad y a las personas, manteniendo el orden social establecido que protege y justifica al capitalismo. 
 
Para nosotros la memoria nace desde las resistencias, y ésta no es un puro recuerdo estático. Nuestra memoria no obedece a intereses de élites. Nuestra memoria está viva, es la que viene de la mujer que resistió a la espada y la cruz, del abuelo que se reveló contra el patrón en la finca de café alemana, la del estudiante que ante la miseria y dolor de su pueblo dejo el lápiz por el fusil. Nuestra memoria es la de la poeta y el intelectual comprometido que desde sus trincheras denunciaron la injusticia y se comprometieron con un proyecto de transformación.

La memoria entonces no es la repetición constante de sufrimientos pasados, es semilla de rebeldía, es la voz, la palabra, la acción, la idea que se revela ante tanta opresión. Porque la rebeldía ha sido esa canción que germina en la memoria de los viejos, de los abuelos, las tías, las amigas y las hermanas que nos faltan, que nos duelen, pero que nos compromete a la construcción de un proyecto político donde la justicia sea mucho más que la legalidad, una legitimación de las luchas de los pueblos: el bien común, las transformaciones justas y necesarias.

Si el poder hegemónico pretende instaurar una historia oficial desde el olvido y el silencio que legalice condiciones de opresión económica, política y social, hoy nosotros proponemos una batalla que promulgue una memoria de resistencia desde la legitimación de nuestras luchas históricas, estudiantiles, artísticas, laborales, de lucha contra la impunidad y la defensa de nuestros pueblos y territorios. Proponemos crear un espacio asambleario que permita la construcción de conocimientos y estrategias colectivas y de acción política, para develar las intenciones de la nueva ofensiva ideológica y sus formas de propagación.

Guatemala 2 de Junio 2012
H.I.J.O.S. Guatemala

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